Doy inicio a una nueva sección: Esenciales, óperas muy conocidas, en la versión q, para mi, es de referencia, porque tenga a mi tenor o soprano favoritos.
Y empiezo con una ópera imprescindible de Wagner, con una Venus que engancha a Tannhauser, y a cualquiera: Waltraud Meier.
Para mi amiga Puri ;-)
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Tannhäuser y el torneo de trovadores del castillo de Wartburg (título original en alemán, Tannhäuser und der Sängerkrieg auf Wartburg) es una ópera en tres actos con música y libreto en alemán de Richard Wagner, basada en dos leyendas alemanas. Wagner utilizó principalmente dos historias que aparecen en la obra de Ludwig Bechstein, entre otras fuentes: una de ellas es la leyenda del caballero Tannhäuser y la otra es la llamada Der Sängerkrieg auf der Wartburg, es decir el «concurso de canto del Castillo de Wartburg». Los temas principales de la ópera son la lucha entre el amor sagrado y profano, y la redención a través del amor, tema dominante en gran parte de la obra de Wagner.
Wagner dirigió el estreno en Dresde en 1845. Su sobrina, Johanna Wagner, interpretó el papel de Elisabeth.
Existen cuatro versiones de la ópera; la tercera, la versión de París, es la que se suele interpretar con más frecuencia.
El libreto de la ópera surge de la conjunción de tres leyendas medievales:1. Tannhäuser, Venus y el Papa
La leyenda de Tannhäuser apareció por primera vez en el siglo XVI, en una canción que narra la historia de un caballero que había vagado por el mundo hasta llegar a Venusberg (en alemán montaña de Venus), el reino de la diosa del amor, Venus, donde disfruta de los placeres de aquel mundo secreto. Sin embargo, cansado de los placeres que le provee la diosa, se arrepiente y decide volver al mundo real. Venus intenta impedirlo, y Tannhäuser evoca a la Virgen María con lo cual regresa bruscamente al mundo real. Dispuesto a rehacer su vida, Tannhäuser hace una peregrinación a Roma para pedir el perdón de sus pecados, pero el Papa, escandalizado con su relato, le dice que su bastón reseco de madera se llenará de brotes antes de que Jesús perdone a un pecador como Tannhäuser. Amargado y desilusionado, Tannhäuser vuelve a Venusberg.
Poco después, el bastón del Papa se llena de brotes. El pontífice envía apresuradamente mensajeros que intentan encontrar a Tannhäuser y traerlo de regreso al Vaticano para que sea perdonado, pero el poeta ha desaparecido para siempre, y es el Papa quien es condenado.
2. El concurso de canto en Wartburg
El concurso de canto del segundo acto está inspirado en un evento verídico. El Landgrave Hermann, soberano de Turingia y conocido por su patrocinio de las artes, realizó una gran competencia artística en el castillo de Wartburg. Cinco de los trovadores iniciaron la competición de canto con alabanzas al Landgrave Hermann, pero Heinrich von Ofterdingen elogió a su maestro, el Duque Leopoldo. Los temperamentos se tornaron cada vez más agresivos y se decidió que el perdedor del concurso sería llevado a la muerte. Heinrich von Ofterdingen fue juzgado perdedor, pero pidió la protección de Sofía, la esposa del Landgrave, quien lanzó su manto sobre él, evitando que lo hiriesen.
3. Santa Elisabeth
Wagner también se inspiró en Santa Elisabeth, nuera del Landgrave Hermann.
Elisabeth enviudó a los 20 años, y dedicó su vida a las buenas acciones. Es conocida por su piedad, pureza y devoción por los pobres y enfermos. Wagner fundió la figura de Sofía, esposa del Landgrave que había protegido a Heinrich von Ofterdingen en el concurso de Wartburg, con el personaje de Santa Elisabeth.
En la ópera Elisabeth es la sobrina del Landgrave Hermann y objeto del amor de Tannhäuser.
Argumento
Tannhäuser es un caballero que encuentra el camino a la montaña de Venus siendo mortal. Sin embargo, está cansado del placer, por lo que determina abandonar a la diosa para encontrar la curación. Venus, por su parte, intenta mantener a su caballero con ella pero no lo consigue a pesar de decirle que los hombres nunca le perdonarán por amar a una diosa pagana. En cuanto Tannhäuser renuncia a Venus, aparece en un valle de Turingia y se reconcilia con los caballeros a los que abandonó. Al hablar con ellos se entera de que hay una competición de canto a la que quiere ir para ganar el corazón de Elisabeth, la sobrina del conde.
En el segundo acto se encuentran de nuevo Tannhäuser y Elisabeth. En una conversación entre el conde y Elisabeth se descubre su unión. Mientras tanto, Tannhäuser reconoce que ha estado con Venus y eso en su tiempo era blasfemia, pero gracias a Elisabeth consigue viajar hasta Roma para redimirse.
En el tercer acto, Elisabeth2 se muestra dispuesta a morir para la redención de Tannhäuser.3 Éste, mientras está en Roma, no consigue la redención, por lo cual decide pasar sus últimos días con Venus. Al final de la ópera, Tannhäuser muere creyendo que Elisabeth lo ha redimido, de manera que el mundo de Venus desaparece totalmente.
Acto I.
Cuadro I. Interior del Venusberg (Monte de Venus). Las sirenas, náyades, sátiros y amorcillos juegan y bailan para distraer a Venus y a Tannhäuser, el que hace tiempo vive seducido por la diosa (Ballet y Cr.: Nach euch dem Strande!: ¡Acercaos a la playa... !) Esta se da cuenta de que el caballero ya no se siente tan feliz como antes (D.: Geliebter, sag: Dime, amado.) Al interrogarle, Tannhäuser le dice que le gustaría volver al mundo. La diosa trata de apartarlo de estas ideas y le pide que cante. El trovador ensalza el amor carnal, aunque echa de menos el que sienten los demás mortales (S.: Die Töne lob (La3): ¡Canto tu elogio!) Venus intenta convencerlo para que se quede a su lado, pero nada consigue (S.: Geliebter, komm!: ¡Acércate, amado!) Cuando le deja ir, le vaticina que un día se acordará de ella. Entonces estará dispuesta a perdonarle (S.: Wie hatt' ich das erworben: ¿Cómo puedo merecer esto?)
Cuadro II. Un valle cercano al castillo de Wartburg. Un pastorcillo vigila a las ovejas mientras canta (Frau Holda: Señora Holda). Se acercan los peregrinos que se encaminan a Roma. Tannhäuser cae arrodillado a su lado y quiere unirse al grupo (Cr.: Zur dir wall ich: Hacia ti voy), cuando de repente entra una partida de cazadores presidida por el landgrave, quien reconoce al trovador y le da la bienvenida. Tannhäuser no dice de dónde viene cuando le preguntan y sigue con su idea de ir a Roma (Cn.: O, bleib!: ¡Oh, quédate'), hasta que Wolfram le cuenta que Elisabeth está muy triste desde su partida (S.: Als du kühnen Sange: Cuando en los conventos). El trovador al oír el nombre de su amada, decide regresar a Wartburg (Cn.: O Kehr zurück!: ¡Vuelve con nosotros!; Der Himmel: El cielo).
Acto II. Salón del concurso en el castillo de Wartburg. Elisabeth elogia el lugar que tan grandes competiciones ha visto, el cual volverá a recuperar su brillo con el regreso de Tannhäuser (A.: Dich, teure Halle: Salve, noble salón) (Si4). El trovador por fin se encuentra con la dama, la que llena de discreta alegría le da la bienvenida (D.: O Fürstin !: ¡Oh, princesa!; Ich preise dieses Wunder: Bendito este milagro; D.: Gepriesen sei die Stunde: Celebro esta hora). Se acerca el landgrave y, al contemplar la alegría de su sobrina, le promete que se cumplan todos sus anhelos (Noch bleibe denn unausgesprochen: Que durante cierto tiempo). Llegan los nobles preparados para asistir al concurso (Cr..‑ Freudig begrüsen wir: Alegres saludamos [este salón]). El landgrave recuerda la brillante historia del sitio y promete que la mano de su sobrina será el premio para el ganador del concurso (S.: Gar viel und schön: Muchas veces y bellamente). Se inicia la competición. Wolfram entona la alabanza del amor místico (S.: Blick ich umher: Cuando mi vista). Tannhäuser le dice que el amor es la pasión de dos cuerpos enlazados (S.: O Wolfram). Biterolf le responde que el amor es el sentimiento heroico que defiende la virtud (S.: Heraus zum Kampfe mit uns allen!: ¡Te desafiamos a combate singular!) Wolfram invoca al Altísimo para que le inspire (S.: O Himmel: ¡Oh, cielo!). Tannhäuser, exasperado, entona el elogio del amor carnal y afirma haber estado en el Venusberg (S.: Dir Göttin der Liebe (La,): A ti, diosa del amor). Todos, sobrecogidos, le acusan de blasfemo (Cn.: Ihr habt's gehört!: ¡Lo habéis escuchado!) Cuando los caballeros se disponen a acribillarlo con sus espadas, Elisabeth se interpone y pide clemencia, pues confía que Tannhäuser volverá a Dios (S. y C.: Der Unglücksel'ge: El desdichado; Ein Engel: Un ángel.) El landgrave afirma que sólo puede hallar el perdón acompañando a los peregrinos a Roma (S.: Ein furchtbares Verbrechen: Un crimen horrible; Cn.: Mit ihnen sollst du wallen: Debes peregrinar con ellos.) De pronto se escucha el coro de peregrinos que pasa cerca del castillo. Tannhäuser corre a unírsele (Cr.: Am hohen Fest: Oh, días de fiesta.) (Intermedio: Peregrinación de Tannhäuser).
Acto III. El mismo valle del cuadro II del acto I. Wolfram contempla a Elisabeth que reza a la virgen (S.: Wohl wüsst ich hier sie im Gebet zu finden: Sabía que aquí la encontraría orando.) Se acerca un grupo de peregrinos (Cr.: Beglückt darf nun dich: Feliz puedo volverte a ver), pero entre éstos la joven no ve a su amado. Tristemente se resigna a morir y pide perdón por sus pecados (S.: All mächt'ge Jungfrau: Virgen santa [todopoderosa].) Cae la noche. Cuando la joven se marcha, Wolfram, quien siempre la ha querido, canta al lucero vespertino para que la acompañe en su subida a los cielos (R.: Wie Todesahnung: Como un presentimiento de muerte; A.: O du mein Holder Abendstern: Oh tú, dulce estrella del crepúsculo.) De pronto se acerca un hombre cubierto de harapos. Es Tannhäuser, al que su amigo no reconoce. Cuando por fin se da cuenta, le pregunta si ha conseguido el perdón (D.: Ich hörte Harfenschlag: He escuchado el sonido de su arpa). El trovador, agresivo, le responde que el papa se lo ha denegado de igual forma que un báculo no puede florecer (Narración: Inbrust im Herzem (La'3: El corazón ardiendo); sólo desea regresar a los brazos de Venus. De pronto aparece la diosa y Tannhäuser corre hacia ella, mientras su amigo trata de salvarle. Cuando éste pronuncia el nombre de Elisabeth, Venus desaparece con todo su cortejo (Willkommen, ungetreuer Mann: Bien venido, hombre infiel). En la oscuridad se acerca una procesión de antorchas que portan el ataúd de la joven. Tannhäuser ruega ante el cuerpo de la joven que rece por él y fallece sobre el mismo. En este momento se aproxima un grupo de jóvenes peregrinos que llevan un báculo cubierto de flores, símbolo del perdón de Dios a Tannhäuser. (Cn.: Ich ward der Engel sel'ger Lohn: De los ángeles santos ha recibido).
El conflicto que plantea Tannhäuser es la confrontación entre dos mundos con valores opuestos.
El primero representado por el Landgrave Hermann, los Minnesänger (trovadores alemanes) con su canto por el amor cortés, su moral rígida y sólidos valores religiosos, todo esto como símbolos del pensamiento medieval. El segundo es el mundo de Venus, simbolizando la sensualidad y el erotismo, con su contenido mitológico (sirenas, ninfas, sátiros, faunos) y es una evocación del espíritu del Renacimiento.
El conflicto entre estos dos mundos toma forma en Tannhäuser, quien encierra en sí mismo la necesidad de elegir entre ambos mundos y no quedar satisfecho con ninguno. Esta insatisfacción se ve reflejada en el primer acto, cuando le reclama a Venus que lo deje libre para volver a su mundo, y en el segundo acto cuando durante la competencia canta desafiante a la diosa Venus, y va a generar siempre el rechazo, ya sea a través de la condena del Papa como de los Minnesänger y de la misma diosa.
Este conflicto no puede resolverse en este mundo, sino sólo se realiza en la muerte, como es habitual en la obra de Wagner, a partir del sacrificio de Elizabeth por amor.
Si bien Wagner toma partido y triunfa el mundo espiritual sobre el pagano, no se trata de una simple dramatización de lo sacro sobre lo profano, del espíritu sobre la carne, sino más bien es una celebración de la síntesis de estos opuestos, la cura de un alma atormentada entre dos mundos. Por eso la muerte y redención de ambos se da en un mundo distinto, superador de esta antinomia. Ya en la competencia del segundo acto se plantea la sublimación de esta antinomia, dejando en el espectador cierto nivel de justificación de aquel mundo que finalmente termina siendo derrotado.
La síntesis entre ambos mundos se ve reflejada en distintos momentos de la obra, como en la canción de Wolfram a la estrella vespertina, que se trata justamente de Venus pero que también representa a la Virgen María en la simbología cristiana.
Elizabeth comparte con Tannhäuser algo de ambos mundos, ya que de él aprende a conocer la sensualidad y el amor, tal como confiesa en el segundo acto, pero conserva su fe católica que la identifica con el mundo espiritual. Por eso la verdadera figura que se contrapone a Venus no es Elisabeth, sino la virgen María, a quien Tannhäuser invoca para escapar del Venusberg.
El conflicto se resuelve a través de la muerte de ambos protagonistas, una muerte no física sino simbólica, que les da acceso a un nuevo mundo donde pueden ser perdonados y redimidos.
Wagner emprendió una revisión de la ópera para su representación en París en el año 1861, a pedido del emperador francés Napoleón III. Esta revisión fue la base de lo que se denominó la versión de París, que es la que actualmente se representa con más frecuencia.
Si bien Wagner esperaba estrenar su obra en el Théâtre Lyrique, su representación en la Ópera de París obligó al autor a insertar un ballet, de acuerdo a las tradiciones de ese teatro. Wagner aceptó esa condición consciente de la importancia de su triunfo en esa ciudad, pero en lugar de incluirlo en el segundo acto, tal como era tradicional, eligió el comienzo del primer acto donde se integraría dramáticamente al resto de la obra, representando el mundo sensual de Venus a través de un bacanal.
Los cambios en la partitura, además de la inclusión del ballet, fueron los siguientes:
- Se tradujo el texto al francés.
- El telón se levanta antes del final de la obertura enlazando directamente con el ballet que representa el bacanal, enriquecido con nueva música de una gran potencia lujuriosa y sensual.
- Se hicieron importantes cambios en la primera escena entre Venus y Tannhäuser. No solo resultó más extensa, sino que Wagner introdujo muchos de los cambios propios de su estilo maduro, dotando a los fragmentos a cargo de Venus de un gran cromatismo cercano a su ópera Tristán e Isolda, compuesta dos años antes.
- Se incluyó la presencia en escena de Venus en el Acto 3, ya que en la versión original el público sólo oía el tema de Venus, y Wagner entendió que esto podría ser confuso para el público.
- Se eliminó un solo de Walther von der Vogelweide del Acto 2.
- Se acortó la introducción del Acto 3.
El estreno de esta nueva versión tuvo lugar el 13 de marzo de 1861, y fue un estrepitoso fracaso. El público de la capital francesa demostró no estar preparado para recibir el impacto que representaba la obra. Detalles como que los socios del Jockey Club llegaran, según su costumbre, al segundo acto, donde se solía insertar el ballet de la habitual grand-opéra, y que manifestaran ruidosamente su descontento por el hecho de que el ballet ya se hubiese dado, no dejan de ser circunstancias que revelan la desconexión absoluta entre el genio de Wagner y el público que había de contactar con él en aquella ocasión.
Al igual que la de El holandés errante, la obertura de Tannhäuser cuenta la esencia de la trama de la ópera: la lucha entre el amor carnal y el espiritual que desgarra al protagonista, y al igual que aquélla, es un magnífico poema sinfónico de fácil comprensión una vez que se conocen sus leitmotivs. Tannhäuser también trata del tema de la redención, aunque es innegable que no posee ni la fuerza dramática ni el carácter más ontológico de "El holandés errante". Quizá para los espectadores actuales sea precisamente el argumento de Tannhäuser, el cual se ha quedado un poco anticuado en su tratamiento teatral, el punto más débil de tan grandiosa obra, ya que si bien la atmósfera densa, sensual y carnal del Venusberg es atractiva, todo lo que rodea al mundo espiritual de Elisabeth no posee tal poder. Resulta admirable, por otra parte, cómo Wagner sabe mantener la atención a lo largo de los extensos solos gracias únicamente a su música verdaderamente excepcional, así como logra los más hermosos contrastes tanto en la escena de Venus y el trovador, como entre este cuadro I y el II del acto I. Los leitmotivs de la obra, no más de diez, aún no conforman todo el tejido musical. Por ello, Wagner recurre a veces a nuevas melodías para imprimir variedad a la totalidad de la ópera, signo claro de su inmadurez, recurso que abandonaría a partir de El anillo del nibelungo. Así y todo, sólo hay dos arias de corte clásico, sobre todo la primera: Dich teure Halle; y la segunda: O du mein Holder Abendstern, también mira al pasado, de igual forma que subsisten elementos de la gran ópera, aunque elevados por la calidad intrínseca del autor ‑como son los concertantes, en general todavía convencionales (el solo de Wolfram del acto I, es además italianizante), o el coro de los invitados del acto II, algunas de cuyas frases son abiertamente mediocres y recuerdan a Meyerbeer, al lado de otros instantes netamente wagnerianos. A pesar de estos baches, Tannhäuser es un paso mucho más claro que el representado por El holandés errante, en el camino que conduciría a su creador a inventar un nuevo género, y colmar así las aspiraciones latentes en la ópera desde la época de Monteverdi.
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