El Gran Teatro del Liceu repuso en el 2009, la misma producción de la ópera "Turandot", con esta estupenda dirección escenográfica de Núria Espert, y el Escenógrafo Ezio
Frigerio
con la que se reabrió el teatro barcelonés en 1999, tras el incendio que lo arrasó en 1994.
"Turandot" -situada en la corte imperial de Pekín, con grandes masas
corales y una brillante ritualización de la acción- quería ser, ya en la
época en que se estrenó en Milán (1926), un gran espectáculo. Por eso
la dramaturgia que ideó Núria Espert cumple ampliamente este objetivo.
El espacio escénico grandioso, diseñado por Espert, sirve para
expresar el poder absoluto del emperador chino y, por tanto, de
Turandot, que decide con una arbitrariedad cruel la vida o la muerte de
sus pretendientes, que quiere vivir sin compartir la vida con nadie, y
que es, como dice el texto, "blanca como el jade y fría como la espada".
La visión que da esta producción del poder quiere subrayar justamente
que se trata de un poder que se afirma muy por encima de la multitud
anónima y que paraliza de terror a todos los que se acercan.
Por eso también la multitud anónima está
caracterizada como una masa impersonal, tal como parece subrayar la luz
monocroma -azul noche o gris- que la define en esta producción.
Una de las singularidades de este "Turandot", exclusiva de la producción del Gran Teatro del Liceo, es el desenlace.
Puccini no acabó la ópera porque la muerte lo sorprendió en Bruselas
(1924) sin tener resuelto el final. En la dramaturgia de Núria Espert se
opta por combinar las dos versiones del desenlace que hizo Alfani y,
finalmente, Turandot, tras reconocer que el amor domina ya sus
sentimientos y consciente de que esto le debilita y le derrota, prefiere
suicidarse antes de entregarse al extranjero.
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